Se pueden leer ya en la prensa algunos artículos sobre los problemas que algunas personas tenemos en los reencuentros con familiares o viejas amistades, tras el periodo de confinamiento. Los desacuerdos y desajustes en las medidas a tomar en la manera de verse y hablar, especialmente cuando se trata de encontrarse, o no, fatalmente en un bar, terraza o restaurante, han provocado más de una incomprensión, más aún porque no se habla claro y con naturalidad, y sí con tensión.
Es un consuelo ver que hay quien, no solo reflexiona sobre ello, sino que se atreve a expresarlo públicamente. Y es un consuelo, porque unos cuantos guardábamos entre nosotros, a modo de pequeñísimos conciliábulos, esas mismas reflexiones, las que hacen que se nos señale como “bichos raros”, “cenizos” o “negativos”, e intentábamos, más mal que bien, sobrevivir con los que así nos etiquetaban de manera más o menos explícita.
¿Y cómo son esos reencuentros? A veces llegan a ser dolorosos porque vemos que la distancia social, y emocional, entre “ellos” y “nosotros” va más allá de los dos metros. Y por eso duele. Pero, si pensamos un poco, o recordamos, más bien, cómo era antes, qué nos unía a unos y a otros, si nos escuchábamos o no, si nos reconocíamos y, en consecuencia, nos respetábamos… tal vez concluyamos que, con el paso del tiempo esa relación, familiar o amistosa, se ha ido acercando más a un convencionalismo social que a una amistad en la que poder sentirse libre y cómodo.
Si, como parece, esta pandemia no nos ha cambiado, sino que ha puesto en evidencia, para bien y para mal, lo que somos, de manera totalmente descarnada, podríamos deducir que la conclusión que se apunta tiene sentido. Y, naturalmente, es muy terrible, porque nos lleva a pensar en la soledad. En un contexto amable, de comodidad social, hacemos por mantener ese tipo de encuentros, pero cuando el contexto cambia, como así ha ocurrido, se hace difícil.
Pero, a la vez, hay amistades, pocas, muy pocas, que se refuerzan, que se hacen más sólidas. Y, entonces, el apoyo, la comprensión, la confianza, el abrazo constante, aunque no pueda materializarse, la ayuda y el cariño rompen las distancias, y unos y otros nos hacemos realmente próximos.
Bilbao, 28 de agosto de 2020