Se siguen sintiendo víctimas, y se niegan a ser supervivientes. Y serlo, ser superviviente, no implica olvidar. Al contrario, se recuerda, ya lo creo que se recuerda. Precisamente, para que no vuelva el terrorismo. Para que los jóvenes que, afortunadamente, no lo vivieron, no lo sufrieron, sepan lo que ocurrió y actúen para que ocurra otra vez.
Es un juego sucio y perverso rechazar medidas y leyes porque el Gobierno cuente con el apoyo de los que antes jaleaban los asesinatos o callaban y miraban para otro lado, donde la merluza a la koskera sabía tan buena. Y es sucio y perverso porque nos niegan el auténtico debate sobre esas leyes. No hacen críticas a su contenido, se trata de una enmienda a la totalidad, porque está apoyada, dicen, “por terroristas”.
No, eso no es cierto, por mucho que se hagan difíciles algunos acuerdos. No son terroristas. Lo han sido, o han apoyado la violencia contra el otro, contra el diferente. Pero, ya no. Es así. Y cuántas veces dijimos muchos que las ideas se pueden defender sin pistolas; muchas veces les pedíamos que acudieran al Parlamento, que debatieran allí, sin pistolas detrás, sin masacres, sin secuestros, sin bombas lapa, sin cartas bomba, sin amenazas, sin pintadas con el punto de mira, sin insultos…
Bueno, pues esa situación ha llegado. Ya están en los Parlamentos, en las Diputaciones, en los Ayuntamientos. Y esto no ha sido un triunfo de los terroristas. Esto ha sido un triunfo del Estado de Derecho, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, del Sistema Judicial, de las leyes democráticas, de la actitud valiente de políticos, jueces, periodistas, concejales, profesores… y gente corriente que ha sido responsable y ha cumplido con su deber ciudadano. Personas que no han mirado para otro lado, que no se han callado, que no han sido de ninguna manera cómplices. Ha sido en definitiva un triunfo de la Democracia. Sí, ha triunfado la Democracia, aunque muchos hacen ruido para negarlo. ¿Por qué? ¿Necesitan a ETA para qué?
Parece como si hubieran dejado que la organización terrorista ocupe su cerebro y su mente hasta el punto de no dejar espacio para prácticamente nada más. Han cedido al terrorismo su capacidad humana de reflexión, y en sus cabezas le han dado el triunfo. O ¿no es así, y lo que hacen es utilizarlo, y utilizar a las víctimas y su sufrimiento para destruir, para deshacer el debate, el encuentro, la discusión razonada, es decir, lo que constituye la esencia de la democracia?
¿El plan de estas gentes es, acaso, robar a la ciudadanía el derecho a saber, a apreciar las diferencias entre unos y otros, a la discusión serena, para que podamos elegir una u otra opción sabiendo lo que hacemos?
¡Cuántas veces hemos pensado los que hemos vivido muchos años de nuestra vida viendo, conociendo y sufriendo los horrores del terrorismo que algún día acabaría, pero que nosotros no lo íbamos a conocer!
Pues, sí, somos afortunados y afortunadas, mucho, muchísimo, porque hemos conocido ese final. Porque ya no matan, no extorsionan, no amenazan, no hacen que muchos se callen, y oculten sus opiniones diferentes. Y no ha ocurrido porque el terrorismo haya desparecido. No se han ido porque estén cansados y sus dedos hayan perdido agilidad con el gatillo. No ha sido así, no hay terrorismo, porque el Estado de Derecho lo ha derrotado. Y este es el inmenso regalo de la Democracia a la que muchos agradeceremos siempre que ya no haya muertos. Y muchos lo celebramos, claro que sí. Es el triunfo de la vida sobre la muerte. Nunca podremos agradecer bastante a Irene Villa su ejemplar alegría de superviviente.
Y esto no quiere decir que se olvide. En absoluto. Los asesinatos todavía sin clarificar, las penas pendientes, el reconocimiento del daño causado… ahí están y hay que seguir investigando y haciendo que se cumpla la ley.
Y precisamente porque no olvidamos se tramita ahora la Ley de Memoria Democrática. Porque no hay que olvidar nada: ni el terrorismo, ni la Guerra Civil, ni la Dictadura, aunque se logren pactos llenos de generosidad como lo fueron los conseguidos en España para hacer la transición del régimen franquista al sistema democrático. ¿Qué habría ocurrido si los partidos de izquierda y, en general, las fuerzas democráticas, entonces, se hubieran negado a cualquier pacto con los herederos del franquismo que apostaban por un cambio político?
Se hizo posible el acuerdo, con una inmensa generosidad de los grupos y partidos democráticos: con todas sus imperfecciones y un recorrido difícil y arriesgado, consiguieron un sistema de libertades por el que habían sufrido torturas, años de cárcel, muerte y sufrimiento. ¿No han aprendido de aquellos políticos? ¿Es que no ven en aquellas actitudes ninguna enseñanza para la situación de hoy?
Algunos dirán, también, que no se utiliza el mismo rasero con los herederos del terrorismo que con la extrema derecha, a la hora de hacer pactos o acuerdos. Y no es lo mismo, claro que no. Los primeros ya han renunciado a la violencia, y los segundos apelan al pasado, a épocas más que oscuras, a la supresión de libertades, al regreso de lo peor de nuestra historia. Esta misma amenaza existe en otros países, incluso ya hemos tenido ocasión de ver cómo gobiernan los políticos llamados “populistas” haciendo que brote de nuevo lo peor del ser humano.
No es lo mismo, no. No es lo mismo superar situaciones duras y progresar, ampliando libertades, incluyendo en este avance a los que rechazan la violencia y la imposición de identidades asesinas, que compartir gobiernos con los que propugnan precisamente suprimir libertades y volver a tiempos oscuros.
Necesitan derrotar a ETA en sus cabezas, y dejar espacio para pensar cómo hacer con una realidad que cada vez se nos hace más compleja, que cada vez nos presenta nuevos y difíciles retos. No nos lo podemos permitir. Hay que responder a estas realidades que nos interpelan continuamente. Y, a la vez, estar satisfechos por haber tenido la inmensa suerte de que nuestro Estado de Derecho ha funcionado y, al menos, la amenaza terrorista ha dejado de atenazarnos.