Hace unas pocas semanas escuché por primera vez una composición del músico japonés Marihiko Hara. Todavía conozco muy poco de su obra, pero pienso que merece la pena detenerse, hacer una pausa, aunque sea breve, tal vez demasiado breve, para escuchar la delicadeza de su música.
Él admiraba desde muy joven a Ryuichi Sakamoto, y llegó a tocar con él cuando este le invitó, en el invierno de 2004, a unirse a su programa de radio para una sesión de música improvisada. Sakamoto ha sido su artista favorito, pero Hara ha seguido su propio camino.
En esta época en la que, incluso para lo más impensable producimos ruido; ahora que no hablamos porque preferimos las voces fuertes, las palabras que insultan y los gestos que provocan; ahora que no escuchamos, porque el otro molesta demasiado con sus cuentos… ahora, sí, se nos hace necesaria esta música.
Sin embargo, el propio Marihiko Hara, matiza sobre su obra en una entrevista para la revista Metropolis (Japan’s No. 1 English Magazine), cuando se le pregunta por la ciudad de Kioto en la época de la pandemia, a lo que responde que algunas personas asocian su música con palabras como ‘tranquilidad’ o ‘paz’, pero él descubrió que la tranquilidad, en realidad, da miedo cuando el mundo siente que se ha detenido. La calma tenía su propio papel en el bullicio de la vida moderna llena de música y sonidos. [1]
Nada es simple, lo complejo viaja escondido en lo sencillo. Nada es en solitario, existe en tanto diferente, y hasta opuesto.
[1] Revista Metropolis, https://metropolisjapan.com/marihiko-hara