Itsasadarra

Batzuetan, itsasoa zara, eta guregana zatoz uhinen indarra apaltzen, eta kresalaren tantak airean banatzen. Larruazala zeharkatu, eta gure baitan uzten dituzu itsasoaren zati ñimiño horiek, urruneko espazio zabaletako mugimendua sentiarazten.

Beste batzuetan, berriz,  guregandik alde egin nahian, bazoaz itsasorantzat, bertan gure miseriak desegiteko ilusioz. Agian, betiko galduko dira; baina, nork daki, agian itzuliko zaizkigu bortitzago.

Gutxitan, ordea, opari liluragarria eskaintzen diguzu, horrelakoetan ez baitzara ez itsasoa, ez ibaia, kristal garde-gardena baizik. Bakearen emozioaz bustitzen gaituzu une haietan, eta geldi-egonean eztitasunaren besoetan atseden goxoa hartzen dugu.

 

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Desconcierto

Golpeó mis piernas, por detrás, y caí. Clavé mis rodillas en la arena. Un golpe fuerte. Y, al momento, mucho dolor. Pero no tuve miedo.

¿Qué pasa? ¿Qué es esto? No entendía aquello. La ola se estaba deshaciendo, pero ¡tenía tanta fuerza! Avanzaba veloz, enérgica, segura, incontenible… y violenta, pensé entonces. Volví a caer, y esta vez me atrapó casi por completo. Solo mi cabeza quedó fuera, pero no sentí miedo, solo desconcierto.

Me puse en pie, toda mi ropa empapada. Estaba confusa y solo se me ocurría preguntar a la ola, a la maldita ola, como la llamé entonces, ¿por qué?, y caminé, sin respuesta, hacia la orilla, aturdida, avergonzada, sin entender, sin ver a nadie. Seguí hacia adelante, sin mirar atrás, no quise ver el peligro de frente: otra ola podría llegar y quién sabe si esta me llevaría mar adentro. ¡Vi con tanta claridad lo fácil que era que todo acabara en unos segundos, o tan solo en uno!

Seguí andando, pero no vi a nadie. Tampoco me atreví a mirar. ¡Estaba tan avergonzada! Nadie más se había acercado tanto como yo al agua. ¡Pero hacía tanto calor aquel día y mis pies estaban tan cansados! No quise imaginar siquiera cómo reaccionaban entonces quienes antes pasearon prudentes por la arena a distancia del mar. Solo una mujer venía hacia mí con su perro. Nadie más. Y me sentí protegida.

En los días siguientes comenté, entre risas, lo sucedido. Y, también, recibí serias advertencias sobre el mar traicionero, que acepté, naturalmente. Yo había sido imprudente, y estúpida, porque aquel día, en toda la costa, solo se oía un tremendo rugido del mar, y en la playa el oleaje rompía continuamente. No se veía el horizonte, porque la espuma de las olas y la bruma que surgía de ellas lo cubrían todo.

Sí, hice míos los consejos recibidos, pero tenía la impresión de que algo faltaba, porque seguía dentro de mí la misma sensación de desconcierto que tuve allí, enredada dentro de aquella ola.

No sé cuántos días transcurrieron así, sin encontrar la explicación precisa. Y, de pronto, una mañana, todo se me hizo nítido. La propia ola me respondió, porque la llevaba dentro, sí, en mi mente, y me hizo ver que aquel día ella se rompió y que lo hacía para vomitar su carga. Quería salir, liberarse, huir de otras aguas más profundas y feroces. Ansiaba deshacerse con rapidez en la arena, y hacerlo en paz. Por eso no me arrastró mar adentro. Era de allí, precisamente, de donde quería escapar y en su huida me condujo, a mí también, hacia la orilla. Me estremecí, llena de gratitud, al comprender, al fin, el misterio de aquella magnífica ola.

La caída se rehízo en vuelo.
Quien caía vuela ahora.
Es entonces cuando se abren las simas
y cuando la oscuridad sube a la luz.

[Poema de Hannah Arendt]

Marihiko Hara

Hace unas pocas semanas escuché por primera vez una composición del músico japonés Marihiko Hara. Todavía conozco muy poco de su obra, pero pienso que merece la pena detenerse, hacer una pausa, aunque sea breve, tal vez demasiado breve, para escuchar la delicadeza de su música.

Él admiraba desde muy joven a Ryuichi Sakamoto, y llegó a tocar con él cuando este le invitó, en el invierno de 2004, a unirse a su programa de radio para una sesión de música improvisada. Sakamoto ha sido su artista favorito, pero Hara ha seguido su propio camino.

En esta época en la que, incluso para lo más impensable producimos ruido; ahora que no hablamos porque preferimos las voces fuertes, las palabras que insultan y los gestos que provocan; ahora que no escuchamos, porque el otro molesta demasiado con sus cuentos… ahora, sí, se nos hace necesaria esta música.

Sin embargo, el propio Marihiko Hara, matiza sobre su obra en una entrevista para la revista Metropolis (Japan’s No. 1 English Magazine), cuando se le pregunta por la ciudad de Kioto en la época de la pandemia, a lo que responde que algunas personas asocian su música con palabras comotranquilidad’ o ‘paz’, pero él descubrió que la tranquilidad, en realidad, da miedo cuando el mundo siente que se ha detenido. La calma tenía su propio papel en el bullicio de la vida moderna llena de música y sonidos. [1]

Nada es simple, lo complejo viaja escondido en lo sencillo. Nada es en solitario, existe en tanto diferente, y hasta opuesto.

 

[1] Revista Metropolis, https://metropolisjapan.com/marihiko-hara

 

Emily Brontë y Ryuichi Sakamoto

 

El estreno reciente en España de la película Emily, en la que se narra la biografía imaginada de la escritora Emily Brontë, me ha llevado a recordar la música que Ryuichi Sakamoto compuso para una de las versiones que se han hecho de Cumbres borrascosas, interpretada por Juliette Binoche y Ralph Fiennes en los personajes principales (Wuthering Heights, 1992).

Siempre he pensado, sobre todo al leer la novela, y con más intensidad aun que en las versiones cinematográficas, que era un misterio cómo Emily Brontë pudo escribir Cumbres borrascosas, viviendo como vivía en un clima religioso tan opresivo. Y por eso puede resultarnos tan creíble la biografía que nos presenta la directora australiana Frances O’connor en su ópera prima: solo habiendo vivido una pasión y un amor tan intensos se puede escribir Cumbres borrascosas.

Y la referencia a Sakamoto se me hace imprescindible porque su música, en la versión cinematográfica de 1992 arriba mencionada, expresa de una forma extraordinaria la intensidad, la pasión y la fuerza de un amor tan profundo como desgarrador el dolor por su pérdida.

Con su música se entienden a la perfección las palabras pronunciadas por el violonchelista Yo-Yo Ma en su discurso tras recibir el premio que otorga la Fundación Birgit Nilsson de Suecia, el 18 de octubre de 2022, y que es el equivalente al premio Nobel de la música:

La música es una especie de magia. Tiene la capacidad de transportarnos a través del tiempo, el espacio y la energía. De crear significado. Pero no es una ilusión, porque la música es una actividad humana inventada por nosotros para dar voz a nuestras pasiones, para darnos esperanza y recuerdos, para facilitar nuestras transiciones y para celebrar ritos de paso.

Gracias, señor Sakamoto, gracias inmensas por su música, por sus obras, por su diversidad, por su autenticidad, por el alma que siempre hay en ellas.

Toda mi admiración y mi profundo respeto.

 

«Jardin bat zuretzat», Xabier Lete

 

Egunak eta gauak, uda ta neguak
etsipen ilunenak, zorion orduak
bizitzaren zauriak, helburu galduak
laztanik xamurrenak, bide erratuak
elkarren babesean igarotakuak.

Egunsentiko intza, goizeko loreak
itsasoaren hatsa eta koloreak
urruneko hiriak, lurralde hobeak
musika eder baten azken akordeak
maitasunezko hitzak barruan gordeak.

Eskutikan hartuta amilduak gera
erreka bat bezela menditikan behera,
oinazea geurea, geurea plazera,
itzal bihurtuko naiz zu galtzen bazera,
itzalaren itzala, ezereza bera.

Mugarik gogorrena, noizbait hil beharra
igaro eta gero munduko zeharra,
mentabeltxen usaia, zure irrifarra
betiko gozatzea nere ametsa da
zeruko jardinetan, zerurikakan bada.

 

Este poema lo escribió el poeta y cantautor vasco Xabier Lete a partir de una melodía creada por el músico Karlos Giménez, cuya colaboración mantuvieron durante muchos años. Lo dedicó a su esposa, la también cantante y escritora Lourdes Iriondo.

 

(Karlos Giménez / Fotografía tomada del disco Abestiak Gogoan)

 

En fechas recientes, octubre de 2022, se ha publicado el disco Abestiak gogoan, del conjunto X5 Kolektiboa, dando «una nueva vida», en palabras de Karlos Giménez, a las canciones de autores en euskera cuya música compuso.

 

 

Un jardín para ti

Los días y las noches, los veranos y los inviernos / las desesperaciones más oscuras, los momentos de felicidad / las heridas de la vida, las metas perdidas / las caricias más dulces, los caminos equivocados / todo, vivido protegiéndonos el uno al otro.
El rocío del amanecer, las flores de la mañana / el aliento y los colores del mar / las ciudades lejanas, las tierras mejores / los últimos acordes de una hermosa música / las palabras de amor guardadas adentro.
Cogidos de las manos nos deslizamos / como un río se desliza monte abajo, / es nuestro el dolor; nuestro, el placer / me convertiré en una sombra si tú te pierdes / la sombra de la sombra, la nada misma.
La frontera más dura, la irremediable muerte en algún momento / después de recorrer la travesía del mundo, / mi sueño es gozar para siempre / de tu sonrisa, del olor de la menta / en los jardines del cielo, si es que existe.

(Traducción al español de Goiztiria)

Iñigori / A Íñigo

 

 

 

 

 

Joan zara goizegi, lagun, 

itsasoan urrundu,

eta ikusezinen munduan

geratu.

 

¿Cómo es

ese mundo tuyo

que todavía no vemos?

¿Dibujas en la niebla?

 

 

 

 

 

 

Nola desegin, laztana,

zu ikustea

eragozten duen lainoa?

Esan, maitia!

 

Entretanto,

cuidamos tus cuadros,

y tu barco,

y te sentimos cerca.

 

 

 

 

 

Lasai, badago beste laino bat,

gure bihotzetakoa,

eta bertan goxoago

egongo zara beti.

 

Cuida tú los pinceles,

y colorea esa espesa niebla,

así veremos tu sonrisa

siempre, Íñigo.

¿Por qué necesitan tener a ETA en sus cabezas? ¿Por qué la necesitan para vivir o, más bien, mal vivir?

Se siguen sintiendo víctimas, y se niegan a ser supervivientes. Y serlo, ser superviviente, no implica olvidar. Al contrario, se recuerda, ya lo creo que se recuerda. Precisamente, para que no vuelva el terrorismo. Para que los jóvenes que, afortunadamente, no lo vivieron, no lo sufrieron, sepan lo que ocurrió y actúen para que ocurra otra vez.

Es un juego sucio y perverso rechazar medidas y leyes porque el Gobierno cuente con el apoyo de los que antes jaleaban los asesinatos o callaban y miraban para otro lado, donde la merluza a la koskera sabía tan buena. Y es sucio y perverso porque nos niegan el auténtico debate sobre esas leyes. No hacen críticas a su contenido, se trata de una enmienda a la totalidad, porque está apoyada, dicen, “por terroristas”.

No, eso no es cierto, por mucho que se hagan difíciles algunos acuerdos. No son terroristas. Lo han sido, o han apoyado la violencia contra el otro, contra el diferente. Pero, ya no. Es así. Y cuántas veces dijimos muchos que las ideas se pueden defender sin pistolas; muchas veces les pedíamos que acudieran al Parlamento, que debatieran allí, sin pistolas detrás, sin masacres, sin secuestros, sin bombas lapa, sin cartas bomba, sin amenazas, sin pintadas con el punto de mira, sin insultos…

Bueno, pues esa situación ha llegado. Ya están en los Parlamentos, en las Diputaciones, en los Ayuntamientos. Y esto no ha sido un triunfo de los terroristas. Esto ha sido un triunfo del Estado de Derecho, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, del Sistema Judicial, de las leyes democráticas, de la actitud valiente de políticos, jueces, periodistas, concejales, profesores… y gente corriente que ha sido responsable y ha cumplido con su deber ciudadano. Personas que no han mirado para otro lado, que no se han callado, que no han sido de ninguna manera cómplices. Ha sido en definitiva un triunfo de la Democracia. Sí, ha triunfado la Democracia, aunque muchos hacen ruido para negarlo. ¿Por qué? ¿Necesitan a ETA para qué?

Parece como si hubieran dejado que la organización terrorista ocupe su cerebro y su mente hasta el punto de no dejar espacio para prácticamente nada más. Han cedido al terrorismo su capacidad humana de reflexión, y en sus cabezas le han dado el triunfo. O ¿no es así, y lo que hacen es utilizarlo, y utilizar a las víctimas y su sufrimiento para destruir, para deshacer el debate, el encuentro, la discusión razonada, es decir, lo que constituye la esencia de la democracia?

¿El plan de estas gentes es, acaso, robar a la ciudadanía el derecho a saber, a apreciar las diferencias entre unos y otros, a la discusión serena, para que podamos elegir una u otra opción sabiendo lo que hacemos?

¡Cuántas veces hemos pensado los que hemos vivido muchos años de nuestra vida viendo, conociendo y sufriendo los horrores del terrorismo que algún día acabaría, pero que nosotros no lo íbamos a conocer!

Pues, sí, somos afortunados y afortunadas, mucho, muchísimo, porque hemos conocido ese final. Porque ya no matan, no extorsionan, no amenazan, no hacen que muchos se callen, y oculten sus opiniones diferentes. Y no ha ocurrido porque el terrorismo haya desparecido. No se han ido porque estén cansados y sus dedos hayan perdido agilidad con el gatillo. No ha sido así, no hay terrorismo, porque el Estado de Derecho lo ha derrotado. Y este es el inmenso regalo de la Democracia a la que muchos agradeceremos siempre que ya no haya muertos. Y muchos lo celebramos, claro que sí. Es el triunfo de la vida sobre la muerte. Nunca podremos agradecer bastante a Irene Villa su ejemplar alegría de superviviente.

Y esto no quiere decir que se olvide. En absoluto. Los asesinatos todavía sin clarificar, las penas pendientes, el reconocimiento del daño causado… ahí están y hay que seguir investigando y haciendo que se cumpla la ley.

Y precisamente porque no olvidamos se tramita ahora la Ley de Memoria Democrática. Porque no hay que olvidar nada: ni el terrorismo, ni la Guerra Civil, ni la Dictadura, aunque se logren pactos llenos de generosidad como lo fueron los conseguidos en España para hacer la transición del régimen franquista al sistema democrático. ¿Qué habría ocurrido si los partidos de izquierda y, en general, las fuerzas democráticas, entonces, se hubieran negado a cualquier pacto con los herederos del franquismo que apostaban por un cambio político?

Se hizo posible el acuerdo, con una inmensa generosidad de los grupos y partidos democráticos: con todas sus imperfecciones y un recorrido difícil y arriesgado, consiguieron un sistema de libertades por el que habían sufrido torturas, años de cárcel, muerte y sufrimiento. ¿No han aprendido de aquellos políticos? ¿Es que no ven en aquellas actitudes ninguna enseñanza para la situación de hoy?

Algunos dirán, también, que no se utiliza el mismo rasero con los herederos del terrorismo que con la extrema derecha, a la hora de hacer pactos o acuerdos. Y no es lo mismo, claro que no. Los primeros ya han renunciado a la violencia, y los segundos apelan al pasado, a épocas más que oscuras, a la supresión de libertades, al regreso de lo peor de nuestra historia. Esta misma amenaza existe en otros países, incluso ya hemos tenido ocasión de ver cómo gobiernan los políticos llamados “populistas” haciendo que brote de nuevo lo peor del ser humano.

No es lo mismo, no. No es lo mismo superar situaciones duras y progresar, ampliando libertades, incluyendo en este avance a los que rechazan la violencia y la imposición de identidades asesinas, que compartir gobiernos con los que propugnan precisamente suprimir libertades y volver a tiempos oscuros.

Necesitan derrotar a ETA en sus cabezas, y dejar espacio para pensar cómo hacer con una realidad que cada vez se nos hace más compleja, que cada vez nos presenta nuevos y difíciles retos. No nos lo podemos permitir. Hay que responder a estas realidades que nos interpelan continuamente. Y, a la vez, estar satisfechos por haber tenido la inmensa suerte de que nuestro Estado de Derecho ha funcionado y, al menos, la amenaza terrorista ha dejado de atenazarnos.

Gabriel Celaya (1911-1991)

 

Gabriel Celaya sarrera

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Descanso

Con ternura, con paz, con inocencia,
con una blanda tristeza o el cansancio
que viene a ser un perro fiel que acariciamos,
estoy sentado en mi sillón y soy feliz,
y soy feliz
porque no siento la necesidad de pensar algo preciso.

Con una fatiga que no es un desengaño,
con un gozo que no alienta esperanzas,
estoy en mi sillón, y estoy
en algo que quizás sólo es amor.

Sé que floto
y nada me parece sin embargo indiferente;
sé que nada me alegra ni me duele
y que sin embargo todo me enternece;
sé que eso es el amor,
o que quizá solamente es un dulce cansancio;
sé que soy feliz
porque no siento la necesidad de pensar algo preciso.

 

Estas imágenes pertenecen a una serie de dibujos que Gabriel Celaya realizó entre 1927 y 1935, durante su estancia en la Residencia de Estudiantes de Madrid.

Sensualidad

Sensualidad

Romanticismo

Romanticismo

Perspicacia

Perspicacia

Luz

Luz

 

Las fotografías de los dibujos han sido tomadas de la página http://www.gabrielcelaya.com  (Gipuzkoako Foru Aldundia – Diputación Foral de Gipuzkoa)

El poema ha sido tomado de la página http://www.amediavoz.com

 

 

Rubinstein y Chopin

Recientemente he vuelto a escuchar, por casualidad, el 2º movimiento del Concierto para piano nº 2 de Chopin. Había pasado demasiado tiempo sin escucharlo, y a medida que la emoción se me hacía cada vez más intensa, especialmente en los fragmentos más suaves y delicados, me reprochaba haberlo abandonado tanto tiempo.

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Comencé a buscar versiones, pero no hizo falta demasiado porque directamente me encontré con la interpretación de Arthur Rubinstein y la London Symphony Orchestra dirigida por André Previn, y, naturalmente, ya no busqué más. Fue maravilloso, porque, cuando vi por tercera vez el vídeo de la grabación del concierto, descubrí, atenta, que Rubinstein no podía contener su emoción, la que en un principio no fui capaz de percibir pensando que el maestro pertenecía a una generación de artistas que se ceñían, en la interpretación, al movimiento de las manos para concentrar en ellas, sin ninguna otra expresión corporal, toda la magia de la música que transmiten al público.

Pero, no. Allí está su emoción. No podía ser de otra manera. En los fragmentos más suaves y delicados, con movimientos apenas perceptibles de su rostro, tan discretos que es difícil ver en qué momento se producen, vemos una expresión distinta, profundamente emocionada: los párpados se retraen suaves, las cejas se arquean un poco y el ceño se frunce ligero. Y, casi a la par, tomamos conciencia de que nuestro rostro se mueve así también, como el suyo. Se ha producido la magia: nos ha impregnado de la música de Chopin.

Y, desde luego, qué bien hicieron su trabajo los responsables de la grabación de este vídeo: cómo eligieron los fragmentos precisos y significativos para que pudiéramos apreciar a un Rubinstein que seguía emocionándose, después de haber interpretado infinidad de veces, para entonces, este Concierto nº 2 de Chopin.

[A partir del minuto 14:26 comienza el 2º movimiento]

Shostakóvich: arte, terror y complejidad

Al parecer en algunos lugares de Europa se ha desprogramado algún que otro concierto, o algún que otro evento cultural, por tener como protagonistas a escritores o artistas rusos. Y hablamos, por ejemplo, de músicos como Tchaikovsky.

Pensando en esta cerrazón estúpida y, por supuesto, en la situación de Rusia, anulada la libertad de expresión, encarcelada la disidencia, o hecha desaparecer, con gente joven que sale del país, porque allí la vida se hace insufrible, he vuelto a la figura de Shostakóvich, a lo que sufrió bajo la dictadura de Stalin, y a la incomprensión que muchos artistas y ciudadanos occidentales mostraron hacia él: despreciaban su arte porque pensaban, con una simpleza cruel, que no podía ser un buen compositor quien no había sido desterrado o aniquilado por el estalinismo.

Shostakóvich escribiendo

Y este pensamiento me ha llevado a recordar la extraordinaria novela de Julian Barnes, El ruido del tiempo, en la que el escritor británico narra la tensión constante y terrible entre la necesidad creadora del compositor y el poder terrorífico de la dictadura estalinista.

En un artículo, escrito en 2016, Barnes explica cómo Shostakóvich fue el compositor más célebre de la Unión Soviética durante medio siglo, (…). Pero también fue el compositor que, en toda la historia de la música occidental, más tiempo pasó acosado y perseguido por el Estado: desde las pequeñas injerencias caprichosas hasta las más crudas amenazas de muerte, pasando por un hostigamiento continuado”.

(…) Además, Shostakóvich no solo fue criticado, despreciado e incluso ridiculizado en su país. Su caso hizo mucho ruido durante varias décadas. Si un Estado comunista declaraba que alguien era un artista ejemplar, en Occidente muchos –independientemente de cuál fuera la verdadera realidad- suponían de forma automática que no podía ser bueno. (…) Esta actitud fácil, perezosa y maniquea podía también convertirse en algo más siniestro: la expectativa, incluso el empeño (occidental) de que el artista (en el Este) plantara cara al Estado, lo condenara, fuera un héroe, cuando ser un héroe solía significar ser un mártir”. [*]

Puede resultar más fácil una conclusión rápida y simple, pero puede ser también dañina y cruel. Puede ser, y es, desde luego, más complicado, costoso, incómodo, e inquietante las más de las veces, aceptar que los hechos y las personas que se enredan, que nos enredamos, en ellos son, somos, muy complejos. Y hemos de marchar así por el mundo, con lo puesto, que es mucho y poco a la vez. Pero mejor despacio que con prisas. No vaya a ser que tropecemos demasiadas veces, y hagamos que, con nosotros, caigan otros también.

Las sinfonías de Shostakóvich son extraordinarias, sinceras y leales con una realidad dura y trágica, la suya y la de tanta gente, pero he preferido elegir aquí esta delicada pieza, el 2º movimiento (Andante) de su Conciero para piano nº 2, interpretado por el propio compositor.

[*] Julian Barnes, Shostakóvich, entre el arte y el poder, El País, 07/05/2016